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viernes, 31 de mayo de 2013

Las cuatro de la madrugada

Ya son las cuatro; la hora de mis fiebres, mi hora bruja. 

El tiempo sin reloj.

Siempre a esta hora, me rondan los duendes del ingenio. 

Me hurgan en los recuerdos. 

Me invitan a la aventura. 

Sólo a  las cuatro.

Sólo a esta hora, Calíope se acuerda de visitarme.

Tal vez, salvo a las cuatro, en Tormes nunca hubo un Lazarillo.

quizá fueran las cuatro cuando el Quijote se enamoró de Dulcinea.

No había Pablos, ni Maese Cabra, y el gran Quevedo los soñó a las cuatro.

Y Critilo y Andrenio, ¿ no pudo Gracián escribirlos a las cuatro?

Sí, estoy convencido de que ellos nacieron a las cuatro.

O quizá para los genios todas las horas del día, fueron las cuatro.

Las cuatro.

La hora bruja.

La hora de las fiebres. 

El tiempo sin reloj.












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