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domingo, 2 de junio de 2013

Bendito ratón

Lo vio. Me contó, que lo vio correr sobre las dos patitas de atrás. En una mano llevaba un pequeño maletín y con la otra sujetaba su chistera. Cruzó ligero el suelo de la cocina, se paró junto al hueco que quedaba entre la pared y la nevera, ajustó el nudo de su diminuta corbata y desapareció.
La ilusión de mi hija inundó la cocina, subió por las paredes, se colgó del techo, buscó el hueco de la puerta, salió al pasillo y de ahí se repartió por el resto de la casa.
Jamás volví a ver a nadie tan feliz.
Yo la creí. Siempre la creía.
Sólo un despistado rayo de sol intentaba asomarse por la rendija, que quedaba entre dos nubes grises y enormes. No tardaron mucho en unirse y convencer al atrevido destello de que debía retirarse.
El cielo se oscureció. Comenzó a llover.
No aligeré el paso, ajeno a la lluvia, me limité a sacar las manos de los bolsillos y ajustar el cuello de mi gabardina. Seguí caminando cabizbajo, despacio, muy despacio.
No quería llegar.
Dejó de llover. Las nubes comenzaban a retirarse.
Frente a la puerta de la habitación 207, recogí sobre mis brazos la gabardina, me atusé el empapado flequillo e intenté sonreír. Abrí la puerta. Frente a la ventana, sentada en una silla de ruedas, mi pequeña miraba las montañas.
Abracé a mi hija, la cubrí de besos y me senté a su lado. Le pregunté que hacía.
Estoy mirando las montañas papá.
¿Verdad que son preciosas? ¿Has visto el manto blanco que las cubre? Es nieve, ¿verdad papá?
Asentí con la cabeza.
Y la nieve no puede arder ¿verdad que no?
No cariño la nieve no puede arder.
Pues hace un ratito yo he visto cómo ardía.
No puede ser cariño. Lo habrás soñado.
No papá, no lo he soñado. He visto que la nieve ardía.
Mira, a lo mejor ahora lo vemos los dos.
Di la mano a mi pequeña y me puse a mirar por la ventana.
Permanecimos en silencio un largo rato.
Ves cariño cómo la nieve no arde. No puede arder. Es imposible.
Espera un poco más papá, espera.
Sonreí y negué con la cabeza.
Un sol inmenso, radiante y brillante como nunca, se abrió paso entre las nubes, y sus rayos golpearon con rabia, el manto blanco que cubría las montañas. Su reflejo subió al cielo, jugó con los colores del arco iris, y llegó hasta la ventana pintado de rojo y azul
Mira papá, mira ahora. Ahora está ardiendo. ¿Lo ves papá?¿lo ves?
Volví la vista a las montañas y vi las llamas saliendo de la nieve.
Entonces la creí. Siempre la creía.
No fue un sueño. Lo vi. La nieve ardía.


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