Doctor arquitecto, autor de numerosos títulos técnicos y catálogos, así como de proyectos de edificación y ensayos. Ensayista de artículos de índole técnica y cultural en varias revistas, colaborador de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía. Escritor de historia, antropología, anécdotas de vida profesional y novelas históricas. Quince libros publicados hasta el momento. Libros: http://www.carloemanueleruspoli.com/ Perfil: http://sites.google.com/a/carloruspoli.com/www/
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viernes, 31 de mayo de 2013
Asesino
Hace una bonita noche, con las estrellas hermosas iluminando el cielo, ese espacio que todavía nadie a explorado ni aventurado más allá de cierto límite. El límite permitido para nosotros, pero no límite quizás para muchas otras civilizaciones que nos visitan y observan, quien sabe con qué fin, sea para mal o para bien, siempre me han atraído.
Quién sabe, algún día me gustaría tener un encuentro con seres de otro mundo, cómo serán, variarán de la forma tradicional de monstruos verdes y repugnantes, come cerebros o malévolas máquinas asesinas que destrozarán nuestras carnes hasta exterminar a nuestra también malévola y auto-proclamada raza reina sobre la tierra.
Bueno pase lo que pase, lo único que creo saber es que las cucarachas, sí señores, las cucarachas, aquellos insectos de color café oscuro, repulsivos para las mujeres y también para algunos hombres, esos que cuando uno va al baño en la oscuridad vuelan de pared en pared, aunque no lo crean, sí vuelan, pasando sobre las cabezas o posándose sobre los cuerpos con sus patas llenas de pequeñas garras que se clavan sobre la ropa o la piel, dependiendo en qué momento te encontraron. Asquerosos bichos para algunos, mas no para alguien como yo, que me crié en una casa pobre, donde ir al baño era una verdadera odisea, especialmente en la noche. O eran las cucarachas o eras tú, pero por suerte, mi familia y yo aprendimos a vivir con ellas.
En fin, como decía, antes de esto lo único que sé es que, pase lo que pase, las cucarachas sobrevivirán como lo han hecho a las dos grandes extinciones sobre la tierra.
Debo confesar que soy una persona susceptible a salirse de los temas de conversación y agregar siempre otras historias a la par de la principal, pero ahora quiero contarles una historia que me ocurrió, pero para eso quiero que se olviden de todo lo que blasfemé anteriormente, dejen su mente en blanco y déjense llevar por mi relato, que nada de extraordinario tiene, ni mucho menos nombraré seres irreales, ni fantasiosos, sólo contaré lo que en verdad me pasó y quien haya sentido a la muerte rondando cerca suyo sabrá lo que yo viví y que, lamentablemente, no fui capaz de aceptar en ese momento como lo hago ahora......
Era pasada la medianoche en cuarenta minutos, que día era no tengo recuerdo de ello, sólo sé que era un día de semana. Yo estaba con mi novia en su casa, que, no está de más decir, queda retirada de la ciudad por unos cuantos kilómetros. Me tenía que retirar a la una de la madrugada, que era la hora que sus padres me habían dado como tope para las visitas. Como ya era tarde, salimos de la casa para despedirnos afuera, así que comenzamos a besarnos apasionadamente, como si supiéramos que nunca más nos íbamos a volver a ver, claro que nos vimos por mucho tiempo más hasta que nuestro romance se acabó, pero mientras duró fuimos los mejores amantes del mundo. Yo estaba locamente enamorado de ella, al igual de como lo estaba ella de mí, pero todo tiene su final y el nuestro también llegó.
Ya eran la una y media de la madrugada y era mejor que me fuera antes que saliera su padrastro, que era la persona más desagradable que haya conocido, así que nos besamos nuevamente y abordé mi autito, un auto que había sido el regalo de navidad de mis padres, no era nuevo y estaba algo destartalado, e incluso tenía el vidrio trasero trizado, pero era mi limusina privada y lo cuidaba como oro.
Una vez sobre él, me preparé a partir, no sin antes hacer la ultima seña de despedida a mi amada que me observaba con cara triste y de preocupación, que era su cara normal en las despedidas, ya que temía que en el viaje a la ciudad y sabiendo que yo manejo un poco rápido me sucediera algo. Ahora les confieso amigos, y estoy seguro de ello, que si a mí me hubiera llegado a pasar algo y hubiera tenido que ir a pelear terreno con el "pata de cabra", ella me hubiera acompañado, no habría soportado el estar sola, el dolor de perder a la única persona que amas en el mundo, esto lo digo sin afán de vanagloriarme, pero ella se hubiera suicidado.
Arranqué el motor pero no partió, pensé que sería porque estaba frío, así que le pegue un pequeño golpe al acelerador y lo arranqué nuevamente, esta vez sí encendió. Tomé rumbo a mi casa, tenía sueño, mucho sueño y lo que más deseaba en ese momento era recostarme, cerrar mis ojos y dormir, por lo que consideré providencial subirle el volumen a la radio, para que así el sueño no me venciera.
La noche estaba hermosa, al igual que la de hoy, hace tiempo que no veía un cielo tan despejado, pensé. Así que mientras conducía iba observando las estrellas y la carretera al mismo tiempo. Me di cuenta que la Osa Polar alumbraba más que de costumbre, me quedé observando su hermosa luminiscencia a la vez que me imaginaba nuestro mundo inmerso en ese infinito océano espacial, que nos hace parecer que no somos nada ante semejante espectáculo, pero también pensaba que si una célula, por muy pequeña que sea, es indispensable en el complejo mecanismo de nuestro cuerpo humano, quizás nosotros también lo seamos y por eso mismo sería ilógico negar la existencia de otras células con su mundo interno lleno de vida en este gigantesco mar cósmico.
Aprovechando que no había tráfico de vehículos, de vez en cuando miraba la carretera y seguía observando a la gran estrella, que a mi parecer intermitía al ritmo de los latidos de mi corazón; eso me llamó la atención y sentí un escalofrío que recorrió mis piernas y mis brazos dándome una pequeña sensación de frío. En un momento determinado, creo que perdí toda facultad de manejo sobre mis miembros, subyugado por un extraño poder hipnótico que emanaba de esa luz, que seguía emitiendo su brillo con espasmos que continuaban al ritmo de mi corazón, como si quisiera llamar mi atención de alguna forma. De pronto, algo me sacó del trance en el cual me encontraba, por suerte el camino era recto y mi auto tenía buena dirección, de lo contrario, quizás, no estaría contándoles esto. Algo me sacó del trance y pude recobrar las funciones de mi cuerpo, fue una luz que a través de mi espejo retrovisor encandiló mis ojos, provenía de un vehículo que se encontraba a una distancia considerable detrás del mío, pero a pesar de eso la luz de sus focos reflectaba muy fuerte para tan gran distancia, luego de tal distracción sentí la necesidad inmediata de mirar al cielo, y ahí estaba la gran estrella, igual como cuando por la interrupción tuve que dejar de mirarla, pero aunque yo la veía igual, dentro de mí sentía o presentía que algo había cambiado, que ya no era la misma, quizás intermitía algunas milésimas de segundos antes o después, la verdad es que nunca lo sabré.
Observé el camino, y como de costumbre no había vida, ni un solo automóvil, me traía recuerdos de mi infancia de los días domingos, que aunque ustedes creerán que como uno tenía que ir al colegio todos los días de la semana, el domingo sería el día de diversión, pero no, todo lo contrario, ese día en particular para mí era un día frío, muerto, donde las calles mas tenían semejanza con un cementerio que con las de una ciudad; para qué hablar del clima, era como si todo, en ese día se confabulara para hacerlo opaco y siniestro.
Lo único que se observaba era el vehículo que venía detrás mío, que ahora se encontraba más próximo y se podía divisar que era un vehículo más grande de lo que yo pensaba, un camión o un autobús tal vez, el saber esto me tranquilizó un poco, porque yo con la potencia de esas luces ya estaba creyendo tontamente y en vista que está de moda en un encuentro cercano o en una posible abducción.
Ahora esto no me lo van a creer, y tienen todo el derecho a la duda, pero aquí empieza lo más extraño que me ha sucedido en la vida, como me había entretenido un breve instante, al volver a mirar la estrella, de pronto toda su luminosidad desapareció, como cuando se apaga una ampolleta, la estrella se tornó opaca y sin vida, en ese mismo instante dos grandes focos aparecieron sobre mí, como atropellándome y como si quisieran devorarme con su fuego. Era tan potente e inmensa la luz, que parecía como si hubiese absorbido toda la energía de la estrella, absorbido gota a gota su sangre como una araña a su víctima hasta dejarla seca e inerte. Me asusté tanto que perdí el control del auto por un instante, maniobré hasta poder controlarlo, pero las luces seguían encima mío, queriendo pasar como si yo no estuviera, como si no existiera nadie más en el camino, por lo que tuve que optar por correrme a un costado de la calzada donde casi salgo de largo, fue una maniobra arriesgada porque hay una quebrada de unos 60 metros de profundidad, y si hubiera caído allí nadie me hubiera encontrado hasta un par de semanas después.
Ahí fue cuando me comenzó a pasar, era un bus enorme, el más grande que haya visto jamás, de color blanco como la nieve, con unas rayas rojo sangre de principio a fin en forma horizontal, es más, si no hubiera estado tan nervioso en ese momento, juraría que estaban hechas de sangre por ciertas partes mas oscuras que otras que me hacían parecer coágulos, sus luces parecían venir del mismo averno, con una potencia infernal que las hacía parecer fuego más que luces, si estuviéramos en épocas pasadas, aseguraría que en vez de un bus era un dragón. Era una cosa tremenda y al ir pasando por mi lado dejaba una sensación espeluznante en mi cuerpo. En el momento que iba justo al lado mío, entró por mi ventana un viento gélido como hielo que me congeló las manos, esto no me hubiera desconcertado, pero el aire era demasiado frío y mi ventana estaba totalmente cerrada, no sé por donde mierda entró ese viento, esto ya no era normal y en verdad comencé a sentir miedo de una forma devastadora, mi corazón parecía una bomba de tiempo a punto de estallar y salir disparado de mi pecho dejando tras de sí mi cuerpo destrozado como un montón de carne sanguinolenta, era terrible la presión que sentía en el pecho, jamás en mi vida me había asustado tanto y eso que soy una persona acostumbrada a las "pegaduras" y otros tipos de hechos inexplicables, pero esto era diferente, esto era demoniaco, malévolo, sin vida, ahora pensándolo bien, sería una cosa así como el Holandés Errante, ese gran barco fantasma. Quizás aquellos marineros que vieron el Holandés Errante y pudieron vivir para contarlo, sintieron el mismo terror que yo en esos momentos, un miedo espantoso que te comía por dentro como las larvas de moscas cuando se alimentan de la carne descompuesta y van creciendo a medida que comen convirtiéndose en esos gusanos blancos asquerosos; el miedo dentro de mí era igual, se alimentaba de mí e iba creciendo desconsoladamente hasta reventarme, ya cuando por fin me pasó, inmediatamente me detuve, me bajé y comencé a llorar desconsoladamente, sentí dentro de mí una pena tan grande que no sé explicarla, ni siquiera sé cómo entenderlo yo mismo, pero el dolor y la tristeza embargaron mi alma de una forma terrible, pensaba en todas las personas que iban dentro del bus y sentía tanta pena por ellos, como si estuvieran marcados por el dolor y el sufrimiento, marcados por la muerte y sólo yo pudiera saberlo, no sé qué fuerza sobrenatural me concedió ese poder o qué ente superior quiso que yo recibiera esto como castigo, pero el sufrimiento dentro de mí era catastrófico, catatónico, esa visión no se la deseo a nadie, continué llorando aproximadamente por diez minutos sin parar o sin poder parar, hasta que por fin poco a poco me convencí de que todo fue un ataque de depresión, como a cualquier persona le puede ocurrir, sólo necesitaba llorar un poco para soltarme y que nada tenía que ver el bus, ni la gente en su interior, incluso en ese momento me salieron algunas sonrisas pensando en lo estúpido que me había comportado.
Aborde mi vehículo nuevamente y aunque me trataba de engañar de que todo había pasado, aún me encontraba muy nervioso. Puse el neutro encendí el motor, luego busqué entre mis ropas un cigarrillo y lo encendí, aspire dos bocanadas grandes de humo y puse la primera marcha y partí, con la intención de olvidarme de todo y llegar lo mas rápido posible a mi casa.
A medida que transcurrían los minutos me comenzaba a sentir cada vez mas cómodo, el nerviosismo empezaba a desaparecer poco a poco y todo volvía a ser aburrido y monótono como siempre, iba con mi vista fija en el camino, no quería ver ninguna sorpresa en el cielo así que sólo miraba el camino, de pronto para mi mala fortuna, veo dos marcas negras que me llamaron la atención, eran obviamente frenadas de algún vehículo y uno grande por el tamaño de las ruedas, luego comenzaron a aparecer trozos de vidrios, luces y metales, claramente se podía observar que había ocurrido algún tipo de accidente, quizás en la tarde. Lo que era increíble era el largo de la frenada, hasta el momento la había seguido por unos 100 metros, lo que quería decir que el vehículo iba a alta velocidad, me detuve y bajé, comencé a mirar, habían trozos del vehículo a lo largo de unos 100 metros más, hasta que desaparecían en el borde del barranco, me subí y partí lo mas rápido que pude hasta el abismo, ya temiéndome lo peor. Al asomarme no veía nada, estaba muy oscuro, no me atrevía a bajar, porque no sabía donde pisar y no quería terminar en el fondo del barranco. Ya cuando me había convencido que había sido un accidente pasado ya hace largo rato, quizás en la tarde, se me ocurrió mirar al cielo y ahí estaba en todo su esplendor nuevamente, alumbrando más todavía, como burlándose, como si hubiera ganado una batalla, esto me hizo pensar en el bus y sentí miedo, sentí mucho miedo, pero no podía irme, así como así, sin siquiera haber mirado abajo. Tomé fuerzas y me hice la idea, comencé a bajar con mucho cuidado y a medida que bajaba me iba encontrando con mas trozos del vehículo, ropa y cosas por el estilo, pero no escuchaba ningún ruido, ni una queja de dolor, nada. Así que decidí bajar sólo un poco más e irme.
En un momento me resbalé y me aferré a algo, que solté inmediatamente porque estaba seguro que era la mano de una persona. Una vez pasado el susto y dándome cuenta de la situación, comencé a tantear con mis manos alrededor pero la persona no estaba, no podía ser si la había tocado recién, se supone que debería estar al lado mío, pero no encontré a nadie. Esto me hizo entrar nuevamente en estado de pánico, pero ya no había marcha atrás, así que continué bajando. Me demoré aproximadamente unos quince minutos en bajar con mucho cuidado. Una vez abajo caminé recto por donde bajé, no había dado más de cuatro pasos cuando vi algo que brilló en la tierra, me acerqué rápidamente y lo recogí, era uno de estos llaveros que andan a la moda que tienen un pequeño láser para jugar, en ese momento me sentí con suerte ya que no tenía nada para alumbrar, luego comprobé que el láser tampoco me serviría ya que su luz es muy reducida, pero algo es algo, me dije. Seguí caminando y alumbrando hasta que divisé algo unos veinte metros delante de mí, en ese momento no me importó nada y salí corriendo en su dirección hasta tocarlo con mis manos, era un bus y estaba volcado, yo estaba tocando el techo, me di cuenta porque no había ventanas, ni nada. Así que empecé a escalar sobre él, llegué a las ventanas y comencé a gritar, pero nadie respondía, estaba oscuro y había un olor a defecación y orina nauseabundo, apunté el láser adentro y no podía divisar nada, hasta que por fin vi un rostro humano, el terror se apodero de mí hasta lo más profundo de mi ser, solté el láser y este cayó dentro del bus, mientras yo sentado comencé a llorar nuevamente, no lo podía creer, por qué razón me estaba sucediendo esto a mí, que era lo que querían, comencé a sentir un odio que nunca antes había sentido, una ira tremenda, pero que no era mía sino de otras personas y que la exponían a través de mi cuerpo, ese odio me dio el valor para meterme en el bus y olvidarme de todos mis temores, en ese momento no le temí a nada. Apenas caí dentro del bus me di cuenta al instante que mis pies estaban sobre cuerpos humanos, me arrodillé y comencé a hablarles buscando algún sobreviviente, pero nadie me respondía, comencé a buscar sus cuellos, sus manos para poder tomarles el pulso, pero nadie tenía pulso, estaban todos muertos, reventados, todos empapados en sangre, ese bus era un verdadero ataúd gigante, hasta incluso yo me sentía muerto, me sentía uno más de ellos, con la diferencia que yo no tenía mis miembros amputados, ni mis tripas esparcidas por todo el bus, yo estaba vivo aunque muerto por dentro.
De pronto escuché un gemido, era alguien con vida, comencé a buscar por todos lados, a tocar uno por uno los cadáveres, esperando que alguno me respondiera, pero sólo escuchaba el sonido de la sangre correr y el de las vísceras caer. De repente lo escuché de nuevo, sólo que esta vez logre identificar de donde venía, provenía de la parte delantera del bus, más específicamente de la cabina de los pilotos, fui corriendo hacia allá no importándome que iba pisando todos los cadáveres, eso no me importaba con tal de encontrar a alguien con vida, llegué a la cabina y llamé en voz alta, un lamento muy débil me respondió, así que me arrodillé y comencé a tocar a las personas que estaban en la cabina, hasta dar con el sobreviviente, lo primero que me dijo fue "ayúdeme por favor que me estoy muriendo", con una voz muy débil ya que le costaba mucho hablar, a lo que yo respondí para tranquilizarlo que si había resistido a tremendo accidente, no se preocupara porque era de acero al igual que Superman, algo estúpido, pero resultó para calmarlo un poco. Le pregunté si se encontraba muy mal por que yo iba a tener que subir para buscar ayuda, en realidad yo sabía que estaba mal, tenía quebradas sus dos piernas y quizás algo más, luego le pregunté su nombre y si era pasajero a lo que me respondió que era el chofer, le coloqué unas ropas que encontré, lo acomodé bien y me alisté para salir del bus, así que comencé a pasar por el pasillo hacia el mismo lugar por donde había entrado, a medida que iba pisando cadáveres y sentía como mis pies se resbalaban en tanta sangre, comencé pensar que era irónico lo que estaba pasando, toda esta gente muerta y el chofer vivo, pensaba en el impacto y el miedo que me había provocado el bus cuando lo vi por primera vez y que yo había presentido todo esto como si fuera algo que tenía que pasar, estaba pensando todo esto cuando de pronto me resbalé por la sangre y perdí el equilibrio, por lo que caí hacia delante pesadamente sobre mis rodillas, sentí como los vidrios y pedazos de metal se incrustaban en mis rodillas y me provocaban un dolor terrible, pero eso quedó en el olvido inmediatamente, porque mi rostro quedó cara a cara con el de un niño; sus ojos estaban fijamente puestos sobre los míos, del puro espanto traté de reincorporarme, pero el dolor me lo impidió, así que no pude moverme, estaba todo oscuro pero por alguna razón podía ver el rostro del niño claramente, su rostro era espantosamente inocente, a pesar de la sangre que salía de su boca y de los cortes que tenía en la cara, era la cara de un ángel, fue tal la impresión que me dio ese niño que en mi alma sentí tan profundamente el deseo de haber intercambiado nuestras vidas, de yo ser él, de ser yo el que yace tirado en mis manos sin vida, ahí fue cuando el odio se apoderó de mí y me di cuenta de lo estúpido que había sido, esto no estaba escrito que pasara, no era un bus demoniaco, yo no había sido ningún elegido ni nada por el estilo, sólo paso que toda esta gente fue condenada por un hombre, por un maldito al cual yo trataba de salvarle la vida. Un hombre al cual no le importó que de él dependía la vida de este niño y de un montón de seres humanos, me di media vuelta y me dirigí a donde estaba el desgraciado, llegué a su lado y con la voz muy débil me dice "voy a morir", yo no respondí, pero creo que leyó mi rabia en mis ojos, ya que su cara se tornó pálida y puso una expresión de miedo que jamás había visto en mi vida, luego le respondí "sí, vas a morir, y yo te voy a matar", no sé, pero en ese momento sentí como un aplauso, como si todos los muertos estuvieran aplaudiendo del más allá el inicio de mi obra maestra, lo sujeté del cuello y comencé a estrellar su cabeza contra la pared de metal, una y otra vez, me saltaba la sangre en la cara, pero a mi nada me importaba sólo matar al maldito asesino, y decía, muérete conchas de tu madre, muérete y seguía reventándole la cabeza, en ese momento no tenía la más mínima puta idea del tiempo que había transcurrido, pero ahora yo calculo que estuve cerca de media hora dándole, fue increíble ver como el desgraciado se moría y a nadie le importaba, su cerebro quedo esparcido por toda la cabina, además de mi cuerpo. Cuando por fin terminé exhausto mi ejecución, me senté y saqué un cigarrillo, boté el resto de la cajetilla porque estaba empapada en sangre, no tenía fuego así que busqué en los pantalones del desgraciado, una vez que encontré, encendí mi cigarrillo y aspiré dos grandes bocanadas, de pronto alguien me puso su mano sobre mi hombro derecho y susurrándome al oído me dijo "gracias, por todos", yo ni siquiera volteé, ni me asusté, solo respondí "de nada amigos" y seguí aspirando de mi cigarrillo, bocanada tras bocanada con una tranquilidad que nunca antes había tenido en mi alma.
Ahora creo, entienden la razón por la cual no les puedo dar mi nombre, sólo que como ya redacté, soy un asesino, aunque yo no me siento así, mas bien me siento como un hombre que hizo lo que debía hacer.
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